martes, 13 de abril de 2010

La valentía de un bonsai















Este año, para mi cumpleaños, mis amigos me regalaron un bonsái amen de otras cosas.
Muchos dijeron que no iba a pasar de esa noche. Pero paso esa noche y a otras mas.

El tiempo fue pasando y me encariñe con él. Su nombre, Torcuato. Sentía que tenia que bautizarlo, al fin y al cabo era como un perro que me hacia compañía. No hacia gran cosa, pero ahí estaba. Verde y resplandeciente para darme los buenos días, las buenas tardes y las buenas noches.


Sin embargo, con el paso de los días, te fuiste apagando poco a poco.

Supongo que yo me dedicaba a vivir la vida y a olvidarme de regar bonsáis. Perdiste mas y mas mecha, hasta parecer un triste dibujo de lo que eras.
















Pero yo se que eres valiente. Se que no te vas a rendir tan fácilmente. Porque te he visto. Si. He visto como quieres brotar. He visto como por dentro aun eres verde. Que aun vives. Al menos eso es lo que quiero creer.



Así que os pediría, si alguno de vosotros es creyente de alguna religión, que rezarais a vuestros dios pidiendo que este pequeño engendro que es ahora, se convierta en un vigoroso bonsái orgulloso de llamarse Torcuato.

Yo por mi parte le he cortado el pelo y lo he dejado rapado al 0, que eso dicen los calvos que funciona para que te salga mas pelo. No se, a mi no me preguntéis. Eso son cosas de calvos.

Ahora ya solo toca esperar. ¿Sera valiente el bonsái?



¿O serán estas las ultimas hojas que veremos del pobre Torcuato? Prometo contarlo.

viernes, 26 de febrero de 2010

-sin sueños-

Viene de aquí

La lluvia golpeaba su rostro incansablemente. Él arrastraba sus pasos lentamente sobre la acera encharcada sin tener muy claro cual era su dirección. Se sentía muy estupido. Sabía que no tenía que haberse fiado de una cara bonita y un coño prieto. Sin embargo, pensó que aquella vez iba a ser diferente. Cuan equivocado estaba.

El sobre marrón estaba empapado. De todas maneras, las fotos nunca se borrarían. Y aunque se perdieran para siempre, las imágenes estarían en su cabeza. Ya no tenia escapatoria, esas imágenes lo perseguirían hasta el mismo infierno. Finalmente se detuvo.

Ante él, se alzaba la casa de sus sueños. La casa por la que tanto había luchado y en la que había depositado sus sueños de una vida mejor. Aquel sitio que una vez había sido su lugar de la luz, se había convertido en el sitio más tenebroso del mundo. Atravesó el portal en busca de algo que nunca pudo encontrar. Dejo el sobre en la cocina, y se dedico a vagabundear por la casa. Mirando. Observando. Analizando.

Llegó al salón y se sentó aun empapado. Por su cabeza ocurrían mil cosas y ninguna a la vez. Solo sentía que aquel sitio le oprimía el corazón. Notaba que todo en aquel lugar se burlaba de él y de su existencia. Entonces, estalló.
Rompió espejos, rompió cristales, rompió muebles. Destrozo todos y cada uno de los recuerdos que le ataban a esa maldita mujer. En cada golpe, en cada destrozo, se empeñaba en poner todo su odio. Toda su frustración.

Al rato, agotado y con la cabeza un poco más calmada decidió ponerle fin a esa vida miserable. Subió a su cuarto y empezó a meter ropa en una maleta. Era el momento de huir. De alejarse de toda aquella barbarie que oprimía su existencia. Cuando lo tuvo todo preparado, cogio el sobre y lo coloco en el buzón de la calle. El típico buzón que siempre había deseado tener. Luego se dirigió al garaje, saco el coche y volvió dentro de la casa con una lata de gasolina.

Entró en la casa y roció de gasolina los lugares mas combustibles a la par que se dejo el gas abierto. "Esa maldita zorra me ha robado la vida, jamás permitiré que me robe esta casa". Justo antes de salir, prendió un mechero y encendió un periódico viejo. Lo tiro dentro de la casa que rápidamente comenzó a extender su fuego.

Sin mirar atrás se montó en el coche. No sabia muy bien a donde se dirigia, pero la explosión que escucho a los dos minutos de estar conduciendo le produjo una enorme satisfacción. Le liberó en alma.

De un modo u otro, supo que las cosas iban a ir mejor.

miércoles, 17 de febrero de 2010

La fabula del escorpion y la rana - mi version


Cuentan de un escorpión que un día, en el peregrinaje propio de los escorpiones, se encontró con un río que no podía atravesar. Necesitaba llegar al otro lado. Era cuestión de vida o muerte. Así que se acerco a una rana que andaba cerca por allí.

-Oye, rana. Necesito que me ayudes a cruzar el río.

-Estas loco, ¿colega? No pienso montarte encima de mí. Para que me piques y me mates. Calla calla.

-Que no ranita, que te prometo que no te picare. Además, has de saber que si te pico me ahogare yo también porque no se nadar.

La rana no se fiaba demasiado del escorpión, pero su deducción tenia lógica. Así que, como al fin y al cabo era una buena rana, le dijo al escorpión que montara en su chepa.

A mitad del camino la rana pudo ver en el reflejo del agua como el escorpión iba tensando su aguijón. Notó en su chepa, como los músculos del escorpión se tensaban. Supo en aquel momento que el escorpión iba a picarle, en un segundo aparecieron ante sus ojos el mes y medio de vida que había vivido hasta el momento.

Pero era una rana ágil, y justo cuando el aguijón bajaba, la rana se hundió en el agua y consiguió esquivar el aguijón. El escorpión pataleo en el agua y consiguió agarrarse a una ramita, pero esta no aguantaría mucho su peso.

-Así que aun a pesar de tus promesas, ibas a picarme.

- No podía hacer otra cosa rana, soy un maldito escorpión. ¿Que esperabas?

El escorpión comenzó a hundirse.
Glub
Glub
Glub

La rana miro como el aguijón que estuvo a punto de matarla desaparecía en el agua.
Y sonrío, solo de la manera en la que una rana sonríe feliz.

Moraleja: no te fíes demasiado de la gente que dice ser una cosa cuando sabes que es exactamente lo que dice no ser. Es preferible dejar que se hundan solos que tener que cargar con ellos y morir en el intento.

jueves, 11 de febrero de 2010

Otro sueño real

Había mucho trabajo ese día. El caso es que acabe con la espalda muy dolorida, y mi hermano que estaba por allí me recomendó ir a visitar a una doctora de paga que había por la zona. No me pareció mala idea así que, según terminaba de trabajar, dirigí mis pasos a la consulta que tenia a unos pocos minutos de donde trabajaba.

Me abrió la secretaria de la doctora, y me invito a pasar a una salita donde no había nadie. Estuve esperando durante un cuarto de hora hojeando unas revistas sobre medicina que parecían escritas en chino. La secretaria abrió la puerta y me dijo que ya podía pasar.
La consulta de la doctora estaba vacía. Aquel lugar no tenia nada de especial. Un despacho como otro cualquiera, con una decoración simple, unos cuadros aquí, un diploma por allá y un enorme sillón de cuero detrás de un escritorio de madera. Aun a pesar de parecer un despacho de oficina, seguía siendo una consulta medica. Los artilugios médicos y la camilla que estaban en una esquina se delataban a si mismos.

Un par de minutos después entro la doctora. Una larga melena morena caía por su espalda y dentro de la bata medio abierta lucia un escote casi blasfemo para la profesión que ejercía. No obstante no iba a ser yo el que se iba a quejar de la indumentaria casi pornográfica de la doctora. Aun a pesar de ser una mujer de unos cuarenta y largos, era muy atractiva y lucia una mirada limpia, que no delataba el paso de los años. Además, su sonrisa perfecta parecía la de una adolescente que acababa de descubrir su feminidad.

Con un gesto me invito a sentarme enfrente de su escritorio mientras me hacia las rutinarias preguntas sobre mi dolencia. Le conté a que me dedicaba y el tremendo dolor que tenia en la espalda. Me pidió que me acercara a la camilla y que me quitara la camisa.
Ella empezó a explorarme la espalda hasta que con un dedo toco un punto donde dolía muchisimo. Ella continuo apretando mientras el dolor iba desapareciendo. Parecía mágico.

-¿Ha dejado de doler?
-Si, si. Ya no tengo ningún dolor por ningún lado.
-Bien

Esta vez, en vez de sentarse en su sillón de cuero se sentó a mi lado en una pequeña silla. Cruzo las piernas y continuo tomando notas sin decir apenas ninguna palabra. Para aquel entonces ya había imaginado su cuerpo en mil posiciones distintas y sin ropa alguna. Sin embargo, solo eran fantasía. Ella levanto la vista del cuaderno y me llamo por mi nombre:

-Jaime, ¿alguna vez te han hecho una proposición indecente?

No me podía creer mi suerte. Apenas era capaz de dar crédito a sus palabras. Así que no tenté a la suerte y me levante de la silla acercándome a ella. Ella me sonreía. Poco a poco, botón a botón, fui desabrochando su bata a medio abrir dandome cuenta que debajo de la bata solo llevaba ropa interior. Ella comenzó a besar mi cuerpo, y se la oía jadear mientras comprobaba con mis propias manos la voluptuosidad de su cuerpo.

Jamas había pensado que una sola persona podía proporcionar tanto placer. Besar sus labios era como beber vino, tocar sus pechos era magia, lamer su esencia era vida...
Y su pelo parecía bailar a cada embite mio. Mientras mas la penetraba, mas me pedía que lo hiciera. Mas disfrutaba a cada golpe. Mas quería cada vez. Seguía pidiéndolo mas y mas rápido hasta que llegó al húmedo éxtasis. Sus gemidos eran música para mi. Quería mas música en ese momento, quería una judiada orquesta sonando en mi. Entonces, en aquel mismo momento, me convertí en el cantante de mi propia orquesta mientras ella me sonreía con lascivia.

El sudor se fue secando de nuestros cuerpos al poco tiempo. La espiración, acelerada, volvía a su velocidad normal. Ella sonreía. Esa sonrisa me gustaba.
Al poco tiempo ya estaba fuera de la consulta, mi hermano me había dado un gran idea.
Había sido una buena cura.

martes, 2 de febrero de 2010

Lo dono todo

Esta mañana, mientras adormilado me hacia el café para empezar el día, escuchaba en la tele una noticia sobre una maquina que "recuperaba" los pulmones dañados para poder utilizarlos en transplantes. No me ha quedado muy claro como funcionaba la historia, recuerdo que decía que los transplantes de pulmón aumentarían un 15% con esta técnica.

Eso me ha recordado que yo me hice donante de órganos una vez. Perdí el carné, pero seguro que estoy en una base de datos de donantes.
De todas maneras, le he comentado a mi madre que si algún día me pasaba algo, quería que todos mis organos (útiles) fueran donados. Ella se ha quedado un poco parada y a mi no me ha convencido su gesto, así que le he insistido.
Me ha dicho que eso no se lo tengo que decir solo a ella, que se lo diga a mi padre también (cosas de mi madre) y que mas gente debía saberlo.

Así que, aun a pesar de no tener planeado morirme dentro de poco, todos los que leáis esto lo sabéis. Mis órganos son para el que los necesite cuando a mi ya no me hagan falta, ¿estamos?


sábado, 23 de enero de 2010

Canción de cuna para solitarios




Escuchaba la respiración tranquila de ella. No recordaba su nombre, pero allí estaba, desnudo en su cama. Alargo el brazo para coger un cigarrillo. Miraba los bucles dorados de ella. Seria incapaz de decir cual era la comida favorita de la muchacha. Seria incapaz de decir que numero de calzado usa o cual es su mayor afición.

Se deslizo lentamente de la cama mientras ella se agitaba en su sueño. El frió de la noche era agradable cuando uno estaba desnudo en una habitación que hedía a sexo. Acercándose a la ventana que daba a la ciudad encendió un cigarro. Mientras expulsaba el humo intentaba recordar quien era esa muchacha que tanto se había entregado hacia una hora y que tan placidamente dormía en su cama.

La había conocido esa noche en un bar cualquiera, tampoco recordaba el lugar exacto... ¡Habían sido tantos sitios esa noche! Su modo de actuar ya le salia automáticamente. Un tímido acercamiento para una conversación posterior. El alcohol, el ambiente y el deseo hicieron el resto.

Y ahí se encontraba, fumando en la ventana de una chica desconocida en mitad de la ciudad. En la calle todo seguía igual, coches a un lado, mendigos al otro y fantasmas por las aceras intentando llegar de alguna manera a casa. Esos no tuvieron tanta suerte esa noche, pero daba igual. La semana siguiente lo volverán a intentar.

De pronto, mientras acababa el cigarrillo, una melodía interrumpió sus pensamientos. Sonaba como una nana. Le resultaba familiar. Al poco tiempo de escuchar, supo que era la canción que su madre cantaba cuando él era un bebe. Aunque no tuviera el recuerdo exacto del momento, tenia esa melodía grabada a fuego en todo lo hondo de su ser.

Se estremeció mientras apagaba el cigarrillo. No supo si era el frió. Se metió en la cama y suavemente despertó a la muchacha acariciándole el pelo y besando su cuello. Ella abrió los ojos lentamente y se desperezo con gracia.
-¿Aún tienes ganas de mas, tigre?
Asintió con la cabeza...

Al fin y al cabo, eso era mejor que estar solo.

domingo, 10 de enero de 2010

-sin titulo-

La lluvia repiqueteaba sobre el cristal del coche. Hacia un día de perros para una tarea de perros. A mi lado estaba sentado un joven. Apenas tendría unos 25 años y tenia aspecto de trabajar en la construcción y algo parecido. Había contactado conmigo por un conocido mio y sabia de mi trabajo. La tarea era sencilla, debía saber a lo que se dedicaba su joven mujer durante las largas jornadas de trabajo de él. El típico caso de celos de un recién casado.

Le pase un sobre con toda la información que necesitaba ver el pobre hombre. Efectivamente la mujer le había sido infiel. Y no una vez. Y no con un hombre. Y no con un solo hombre a la vez. Esta era la parte mas desagradable de mi trabajo. Una vez recibida mi parte dejaba que el cliente abriera el sobre. Una vez tuve que golpear a un hombre porque le dio un shock cuando vio las fotos de su hija en un rodaje clandestino de porno con animales. Desde entonces siempre exigía el dinero antes del sobre.

-Ahí tiene las fotos que me pidio - le dije- puedo conseguirle información sobre el muchacho que aparece en las fotos por si quiere hacer algo con ella, pero le costara mas.

Mientras yo le hablaba el miraba las fotos, las deslizaba una tras otra observando con atención. Su cara empezó a descomponerse y rompió a sollozar. Ya me había acostumbrado a eso. Decidí dejarle un tiempo a que se recompusiera antes de decirle que tenia que marcharme y que lo sentía. El hombre asintió y se bajo del coche.

A las 19:30 tenia una cita con una clienta. Era un caso parecido al anterior. Recién casados, jóvenes y con ganas de vivir. La reacción de la chica fue la misma. En realidad fue un poco distinta, ella conocía a las otras que salían en las fotos. Y no lloro tanto como el hombre. Simplemente se giro antes de irse y me pregunto: "¿Por que?".
Lo único que yo pude hacer fue encogerme de hombros y decirle que lo sentía.

Decir lo siento se ha vuelto en algún bastante fácil de decir en mi trabajo. Es como un "hasta luego" que se da en cualquier tienda. Siempre lo tengo que acabar diciendo cuando la persona se marcha. A veces mi trabajo es muy poco gratificante y un poco triste. Tome el camino de la autopista mientras encendía un cigarro.