viernes, 26 de febrero de 2010

-sin sueños-

Viene de aquí

La lluvia golpeaba su rostro incansablemente. Él arrastraba sus pasos lentamente sobre la acera encharcada sin tener muy claro cual era su dirección. Se sentía muy estupido. Sabía que no tenía que haberse fiado de una cara bonita y un coño prieto. Sin embargo, pensó que aquella vez iba a ser diferente. Cuan equivocado estaba.

El sobre marrón estaba empapado. De todas maneras, las fotos nunca se borrarían. Y aunque se perdieran para siempre, las imágenes estarían en su cabeza. Ya no tenia escapatoria, esas imágenes lo perseguirían hasta el mismo infierno. Finalmente se detuvo.

Ante él, se alzaba la casa de sus sueños. La casa por la que tanto había luchado y en la que había depositado sus sueños de una vida mejor. Aquel sitio que una vez había sido su lugar de la luz, se había convertido en el sitio más tenebroso del mundo. Atravesó el portal en busca de algo que nunca pudo encontrar. Dejo el sobre en la cocina, y se dedico a vagabundear por la casa. Mirando. Observando. Analizando.

Llegó al salón y se sentó aun empapado. Por su cabeza ocurrían mil cosas y ninguna a la vez. Solo sentía que aquel sitio le oprimía el corazón. Notaba que todo en aquel lugar se burlaba de él y de su existencia. Entonces, estalló.
Rompió espejos, rompió cristales, rompió muebles. Destrozo todos y cada uno de los recuerdos que le ataban a esa maldita mujer. En cada golpe, en cada destrozo, se empeñaba en poner todo su odio. Toda su frustración.

Al rato, agotado y con la cabeza un poco más calmada decidió ponerle fin a esa vida miserable. Subió a su cuarto y empezó a meter ropa en una maleta. Era el momento de huir. De alejarse de toda aquella barbarie que oprimía su existencia. Cuando lo tuvo todo preparado, cogio el sobre y lo coloco en el buzón de la calle. El típico buzón que siempre había deseado tener. Luego se dirigió al garaje, saco el coche y volvió dentro de la casa con una lata de gasolina.

Entró en la casa y roció de gasolina los lugares mas combustibles a la par que se dejo el gas abierto. "Esa maldita zorra me ha robado la vida, jamás permitiré que me robe esta casa". Justo antes de salir, prendió un mechero y encendió un periódico viejo. Lo tiro dentro de la casa que rápidamente comenzó a extender su fuego.

Sin mirar atrás se montó en el coche. No sabia muy bien a donde se dirigia, pero la explosión que escucho a los dos minutos de estar conduciendo le produjo una enorme satisfacción. Le liberó en alma.

De un modo u otro, supo que las cosas iban a ir mejor.

2 comentarios:

Heela dijo...

Yo hubiese hecho lo mismo.

Estoy deseando ver como de desangra esa puta zorra. Tortura china, ya! xDD

Tomás dijo...

Pobre e irreflexivo hombrecillo. La verdad es que una mujer tan guarrindonga no se la merece nadie. Bueno, salvo los que sí.

Besitos!